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La Psicoterapia Integradora concibe la realidad de forma sistémica, aspecto que comparte con los diferentes enfoques de la orientación humanista-experiencial y con la Terapia Familiar Sistémica. Es decir, entiende a la persona como un sistema, siendo este un conjunto de elementos conectados entre sí, de tal forma que la variación de uno de ellos influirá y alterará el conjunto.
Esta tipo de terapia considera, asimismo, que el sistema se encuentra dentro de sistemas más amplios (familia, por ejemplo) y a su vez estos sistemas dentro de otros más amplios (como podría ser una cultura concreta). También se entiende al individuo como integrado por diferentes subsistemas (cognitivo, corporal, afectivo, interaccional, práxico, entre otros) formando una realidad.
Por ello, aún cuando consideramos que nuestro modelo terapéutico se encuentra encuadrado dentro de este movimiento, no es indiferente a la discrepancia interna subyacente a la "integración" de diferentes metodologías y, opta por unos determinados compromisos, tanto teóricos como metateóricos, lo cual hace que la integración entre diferentes modelos sea desigual. En algunos casos el solapamiento es tan sólo a nivel de técnicas, mientras que respecto a otros sintetiza teorías psicológicas y clínicas y, respecto a otros, comparte metateorías comunes a varios de ellos, o parte de esas metateorías.
Cómo trabaja la terapia de Perspectiva Integradora
Nuestro modelo terapéutico de Psicología Integradora es epistemológicamente constructivista, es decir, parte de la concepción de la existencia como una realidad externa ajena a la propia conciencia o, lo viene a ser lo mismo, objetiva en este sentido, cuyo conocimiento no se produce de forma directa, sino a través de la mediación de la propia subjetividad individual, de manera que incluso las formas más simples de contacto con la realidad, por ejemplo las sensaciones, son también percibidas impregnadas de subjetividad.
Por ello, la realidad es susceptible de sufrir diferentes interpretaciones, sin que se pueda atribuir a ninguna de ellas la capacidad para captar la totalidad objetiva de la misma. Comparte, por tanto, esta afirmación genérica tanto con la psicología de los Constructos Personales como con el Análisis Transaccional, la psicoterapia de Gestalt, el Focusing, ciertos enfoques existenciales y, en general, los enfoques no directivos, que participan de esta concepción de la dimensión subjetiva del conocimiento y están atentos, desde el punto de vista clínico, a que el paciente (o cliente) logre un sistema interno coherente y significativo para él, más que a imponerle una determinada visión de la realidad o unos contenidos pretendidamente objetivos.
La Perspectiva Integradora, concede una gran importancia al proyecto vital de la persona y a la búsqueda del sentido de la vida, coincidiendo así con el enfoque existencial clásico y actualizando la clasificación aristotélica de las cuatro causas, sin limitarse a las causas material y eficiente, concediendo relevancia a la causa formal y, en especial, a la causa final.
Este tipo de psicoterapia entiende al ser humano como parcialmente libre, es decir, que no es meramente reactivo a unos estímulos concretos y, dentro de los condicionamientos a que está sometido, mantiene un margen de libertad de elección del cual es responsable y por el cual se constituye en sujeto agente.
La psicoterapia integradora concede gran importancia a lo que el Análisis Transaccional denomina análisis del guión vital, incluyendo dentro de los objetivos globales de la psicoterapia, si es armónico con la demanda del paciente o cliente, la posibilidad de sustitución de un proyecto construido en forma rígida (lo que propiamente es el guión) o la ausencia de proyecto (ausencia de guión, o guión de ir tirando en términos analítico-transaccionales), por un proyecto flexible elegido desde la libertad y lucidez que en ese momento de su vida es capaz (salirse del guión, o guión de triunfador).
Esta teoría le da relevancia a la causa formal, manifiestándose en la práctica terapéutica a partir de la concepción de un modelo basado, sobre todo, en un análisis del proceso (o forma), que el sujeto desarrolla para lograr aquellos objetivos, a semejanza de la perspectiva de la Psicoterapia de la Gestalt, la Psicología de los Constructos Personales y la Psicoterapia Postrogeriana.
En síntesis, podríamos decir que el enfoque de la Psicoterapia Integradora es un modelo globalizante, que se caracteriza por todos los presupuestos metateóricos, teóricos, psicoterapéuticos y metodológicos que se describen a continuación.
La terapia integradora es psicodinámica, ya que muestra la importancia de la motivación en el comportamiento humano, y en este sentido coincide con el enfoque psicoanalítico freudiano, coincidiendo con los presupuestos del Análisis Transaccional, la Psicología de los Constructos Personales y la Psicoterapia de la Gestalt, entre otras, en remarcar la relevancia del carácter teleológico de dicho comportamiento y concibiendo las motivaciones no como pulsiones energéticas, sino como aspiraciones que estimulan al ser humano hacia unos determinados logros.
Asimismo, la Perspectiva Integradora, acepta la variabilidad de las motivaciones, es decir que supone que la persona amplía intereses y motivaciones que no son necesariamente los diferentes disfraces de una o dos pulsiones originarias.
Este tipo de psicoterapia, acepta también la distinción entre motivaciones y metamotivaciones, que más allá de las tendencias de la vitalidad y del yo individual, el ser humano dispone de genuinas tendencias transitivas que no son coincidentes con sublimación de otras tendencias, sino que tienen una entidad propia.
Asimismo, la perspectiva integradora, considera que los valores éticos constituyen un núcleo importante de la personalidad y que en torno a ellos se aglutina el sentido de identidad y facilitan la evolución personal hacia la autonomía.
Esta teoría conforma un modelo integrador, considerando que no existe en la actualidad un modelo de psicoterapia que sea válido para todas las personas, problemas y circunstancias, y por ello es receptiva y dialogante a las aportaciones que desde otros modelos o paradigmas pudieran ser integradas en forma coherente y que pudieran hacer más efectivo el tratamiento.
La terapia de perspectiva integradora es holista en relación con la persona y los sistemas en que participa, es decir, se ocupa de la globalidad y considera que hay que trabajar conjunta e integradamente en los diferentes subsistemas del individuo, elaborando cualquiera de los trabajos realizados en un determinado nivel de intervención, dentro de la experiencia del sujeto, considerada como un todo global.
Objetivos de la terapia de Perspectiva Integradora
El objetivo de la Psicoterapia Integradora viene dado por la demanda del cliente (o paciente), más que por señalar un modelo concreto, si bien se debe tener en cuenta que esta demanda no siempre se hará de forma explícita y que puede ser redefinida a lo largo del proceso terapéutico y abrirse a niveles más supraordenados o más sintomáticos.
Esta técnica le concede gran importancia al vínculo terapéutico, y propone la adopción por parte del terapeuta de las actitudes de aceptación incondicional positiva hacia el cliente, empatía y autenticidad, no sólo a título de exigencias éticas que enmarquen la relación, sino como indispensables para que pueda surgir una alianza efectiva. Sin embargo, no considera que esas tres actitudes básicas sean suficientes para esa implicación por parte del paciente o cliente. A la vez, entiende que la vinculación terapéutica debe estar atenta, en forma idiosincrática, a las perturbaciones en el vínculo que presenta la persona, a las hipotéticas causas de las mismas, y a proporcionarle unas experiencias globales diferentes de aquellas que contribuyeron a la creación de la perturbación.
Esta metodología, exige al terapeuta un papel activo que, a la vez que escucha empáticamente al cliente, interacciona con él haciéndole propuestas de exploración concretas, separándose en ello de la no-directividad.
Concede una importancia relevante al papel de las funciones dependientes del hemisferio derecho, considerando que las emociones, el comportamiento no verbal y la intuición, son muy potentes a la hora de ofrecer un enfoque de la realidad distinto del habitual y, permite al paciente enriquecerse con la coherencia y sabiduría de esos fenómenos. Asimismo, enfatiza la importancia de los acontecimientos de cambio, que van dirigidos a superar los bloqueos, dispersiones o distorsiones repetitivos respecto al proceso del fluir vital de la persona.
Para concluir, consideramos que la utilización simultánea de varios modelos no supone, por fuerza, un tratamiento fragmentado del ser humano. Tampoco opinamos por ello, en Vértices Psicólogos, que se trate de un eclecticismo no comprometido que no se atreve a optar por un modelo concreto. Pensamos, por el contrario, que esta multiplicidad de modelos puede ser una fuente de enriquecimiento para la comprensión del inabarcable misterio de lo humano.