El caso del suicidio de Diego: miremos de cara de una vez el problema del acoso escolar o bullying
Si bien el suicidio de Diego nos dejó a todos conmocionados y, tienen que ocurrir este tipo de desastres para que la Administración actúe de una vez y encare este tipo de situaciones y comportamientos, más habituales de lo que muchos pensamos, somos todos responsables con nuestra parálisis del trágico suceso y, está en las manos de todos nosotros el tomar las medidas preventivas necesarias para erradicar este tremendo problema que sufrimos en las aulas de los países desarrollados.
Las estadísticas en los centros educativos de los países desarrollados hablan por sí solas y una minoría sustancial de los niños o bien sufren acoso, o son acosadores o se dan ambas situaciones. Lamentablemente son estadísticas aproximadas y el número real puede ser muy difícil de estimas, debido a que muchas de las víctimas del acoso optan por no informar del mismo a los profesores o progenitores. Actualmente, en occidente, un 13 por ciento de los niños admiten haber sido víctimas del acoso y un 17 por ciento admite haber sido acosadores.
Estos números se acrecientan cuando los niños presentan problemas como el TDAH (hiperactividad y déficit de atención), problemas de aprendizaje, autismo u otros problemas de aprendizaje, llegando a un 40 por ciento los casos de acoso escolar.
Dentro de todas las consecuencias y problemas que puede llegar a desencadenar el acoso, el suicidio es ya un extremo de la mayor preocupación. ¿Hasta que nivel de sufrimiento puede llegar un niño para decidir dejar de vivir y suicidarse?. En países como Estados Unidos, el suicidio infantil es la tercera causa principal de muerte entre la población de 10 a 19 años, siendo el riesgo aún mayor en aquellos que poseen algún tipo de trastorno psiquiátrico. Un estudio realizado en aquel país a 130.000 estudiantes de la escuela media y secundaria, arrojó una correlación clara y precisa entre el pensamiento e idea suicida y el estar sufriendo acoso escolar, siendo el riesgo mayor en aquellos niños que eran a la vez acosadores y víctimas del acoso (38 por ciento).
Consecuencias del acoso escolar son principalmente la ansiedad y la depresión, el absentismo escolar, el autocastigo, insomnio, pesadillas y el retrotraimiento, llegando al extremo de verbalizar el suicidio o incluso ejecutarlo.
Antecedentes como el TDAH (hiperactividad y déficit de atención), padres separados, maltrato en el hogar, drogas en la familia o desatención paterna, son factores que predisponen tanto a ser acosado como a ser acosador.
Actualmente en España, los programas de prevención del suicidio se han centrado en el acoso a las víctimas, desatendiendo problemas presentes en los niños como la depresión, problemas de conducta, TDAH u otros problemas psiquiátricos, como un posible desencadenante al darse en conjunción con el acoso.
Tanto padres como profesores deben estar observantes de los peligros que el acoso implica, disparando las alertas tempranas, antes de que el problema vaya a mayores. Tanto los acosadores como los acosados, deben ser evaluados en relación con posibles problemas emocionales que puedan aumentar el riesgo de suicidio u otras conductas autodestructivas. Los niños con problemas psiquiátricos son especialmente vulnerables al acoso y el suicidio y los adultos que se ocupan de ellos deben permanecer alerta ante este tipo de riesgo.
Para acabar, la gran pregunta que nos debemos hacer es ¿se pueden prevenir los suicidios en niños?. Lamentablemente, los programas de prevención más exitosos son también los más difíciles de llevar a la práctica, ya que en general obligan al asesoramiento intensivo uno-a-uno, así como reuniones frecuentes con los progenitores y los profesores con el fin de proporcionar una supervisión eficaz. Para complicarlo más, la gran mayoría de los colegios e institutos en España carecen de los recursos, psicólogos o de asesores suficientemente capacitados para llevar a cabo estos programas, recurriendo a reuniones con los padres, al castigo o a la expulsión de los acosadores, que es un método mucho menos eficaz. Sería necesario, asimismo, implantar un programa de sensibilización suicida, junto a una orientación intensiva y mecanismos de apoyo emocional a los niños y adolescentes, para ayudar a la población de estudiantes vulnerables a hacer frente a los problemas.
La infancia y la adolescencia ya son etapas lo suficientemente complicadas en sí mismas como para hacer frente solos al acoso, la depresión y otros problemas, siendo el suicidio para algunos niños y adolescentes una solución extrema pero aceptable para ellos, como erradicación final del sufrimiento. Es por tanto responsabilidad de todos nosotros, el ayudar a los niños y jóvenes vulnerables, haciéndoles ver que existen caminos alternativos al suicidio.