Cómo hacer frente a un ataque de pánico

Controlar los ataques de pánico

Cualquier persona ansiosa es susceptible a experimentar, antes o después, un ataque de pánico y, convertirse en una experiencia aterradora. Un ataque de pánico es un repentino y agudo aumento de la ansiedad acompañado de síntomas físicos como taquicardia, mareos, entumecimiento y falta de oxígeno. Los síntomas físicos son una respuesta adaptativa a la sensación de estar en peligro agudo. Por desgracia, este desencadenamiento de síntomas y sensaciones, pueden surgir bajo el estrés cotidiano. Seguidamente, explicaré que se puede hacer para lidiar con esta sintomatología.

Etiquetar el ataque de pánico como un estado de ansiedad habitual

Muchas personas malinterpretan un ataque de pánico cuando está ocurriendo, desencadenando toda una seria de sensaciones de miedo: ¿Se están volviendo locos, muriendo, a punto de desmayarse o tener un ataque al corazón? Tales pensamientos desencadenan un estado de ansiedad aumentada, que conduce con frecuencia a los síntomas maximizados. Por lo tanto, es importante ayudar a aquellas personas tendentes a sufrirlos a que entiendan que no están en peligro, sino que su cuerpo está exagerando la sensación de ansiedad. En resumen, hacerles saber que están experimentando una falsa alarma.

Tranquilizar a la persona

Si las personas del entorno cercano reaccionan con gran preocupación, inadvertidamente envían un mensaje de que el ataque de pánico es grave y potencialmente peligroso. Por lo tanto, una persona está en medio de un ataque, es importante demostrar con las palabras y el comportamiento que no hay ninguna emergencia. La gran mayoría de los ataques de pánico desaparecen rápidamente y, con mayor frecuencia, tienen unos veinte a treinta minutos de duración.

No evitar las situaciones

Las personas que sufren ataques de pánico, suelen a menudo evitar volver al lugar o lugares donde se ha producido, temiendo que sensaciones físicas regresen de nuevo. Si bien es comprensible este comportamiento en las personas que lo padecen, esta evitación sólo empeorará la ansiedad y aumentará la posibilidad de más ataques de pánico. Por lo tanto, a pesar de que puede resultar incómodo ver a una persona de su entorno cercano sufrir, fomentar un retorno a las situaciones que desencadenaron un ataque puede ser beneficioso. Una forma de hacerlo es alentar una reintroducción gradual a cada situación, empezando por la menos ansiosa y pasando progresivamente a la que más provoca ansiedad.

Los ataques de pánico normalmente comienzan en la adolescencia y pueden desencadenarse con todos los tipos de trastorno de ansiedad. En particular, una vez que los ataques de pánico se experimentan, pueden conducir a producir un trastorno de pánico, debido a una preocupación persistente con la experimentación de nuevos ataques o el miedo por el impacto de un ataque, provocando un cambio permanente en el comportamiento, que resulte incapacitante para la persona.

El apoyo que proporciona la ayuda psicológica de un profesional experto en terapia cognitivo-conductual puede resultar de gran ayuda para aprender a hacer frente y reducir los ataques de pánico.