Los riesgos de las dietas altamente ricas en grasas.
Todos nos hemos preguntado alguna vez por qué una buena ración de patatas fritas le dejan a uno con ganas de comer más, aunque la ración sea abundante. En la Universidad de Georgia (EE.UU.), han realizado un estudio con roedores donde han podido comprobar que, después de seguir una dieta rica en grasas, los roedores han sufrido una transformación severa de la población bacteriana de su flora intestinal, al tiempo que han sufrido una alteración cerebral relacionada con la sensación de saciedad. Como consecuencia, el cerebro de los roedores ya no detectaba las señales químicas de saciedad y les conducía a comer en exceso, provocándoles obesidad.
Para llegar a estas conclusiones, han trabajado en equipo científicos de la Universidad de Georgia, la Universidad Estatal de Washington y la Universidad de Binghamton, elaborando un amplio documento donde exponen sus conclusiones sobre diversos aspectos de la alimentación y la ingesta de bebidas.
Las mediciones demostraron que las dietas altas en grasas reorganizaban los circuitos cerebrales, debido al desequilibrio en la dieta, induciendo inflamación en las regiones cerebrales responsables de la conducta alimentaria. Estos circuitos reorganizados y la inflamación, alteran la sensación de saciedad.
La alteración de la flora intestinal va a producir diversos efectos en los seres humanos, mientras que unos se encontrarán igual o se adaptarán, otros sufrirán algún tipo de patología.
Las bacterias de nuestro intestino suelen vivir en un ambiente equilibrado, salvo que exista alguna patología digestiva, manteniendo una población bastante estable. Cuando se empieza a alimentar a las ratas con una dieta diferente, el estudio ha demostrado que hay un efecto inmediato ya que los diferentes nutrientes están cambiando el microambiente en el intestino y algunas bacterias comienzan a multiplicarse de forma exponencial. Por otro lado, otras poblaciones de bacterias empiezan a disminuir, por lo que el desequilibrio retroalimenta el cambio en el intestino.
Asimismo, el estudio demuestra que estos cambios pueden causar una inflamación que daña las células nerviosas que llevan las señales desde el intestino al cerebro, lo que produce una incorrecta comunicación nerviosa, sin conocer a día de hoy, si este cambio es o no reversible.
Las cuestiones de la dieta tienen un alto componente sistémico, ya que todos los componentes y los receptores de nuestro cuerpo y cerebro están interconectados y deben trabajar en armonía.
Si nos fijamos y recapitulamos por un momento, a lo largo de casi toda la historia del ser humano, hasta hace apenas unas décadas, nuestros cuerpos estaban acostumbrados a alimentos integrales derivados de fuentes naturales, en lugar de alimentos artificiales y con un nivel de proceso industrial elevado. Este estudio de investigación va a ofrecer una nueva visión de cómo el equilibrio en la microbiótica intestinal y la comunicación cerebral-intestinal, adaptada durante milenios, puede alterarse de forma sustancial debido a los alimentos con alto contenido en grasas y azúcares. Este desequilibrio produce confusión en el funcionamiento de nuestro cerebro, provocando una incorrecta retroalimentación de la sensación de saciedad, pudiendo conducir a la obesidad, con todos sus trastornos asociados.
Para terminar este post, os recomiendo la película “Super size me” que, si bien en tono humorístico, el protagonista se propone someterse a una dita de McDonalds, desayuno, comida y cena, durante un mes, bajo estricto control médico. Curiosamente no logra terminarla ya que, a partir de la segunda semana empieza a sufrir diversos trastornos metabólicos y cardiacos y el equipo médico que le está monitorizando le recomienda que desista de su objetivo.
Fuentes citadas: Society for the Study of Ingestive Behavior