Tesis doctoral de Rosa Vera García | Calidad de vida en adultos con TDAH

Martes, 10 de Junio de 2014

La inteligencia emocional en adultos con TDAH

Diferentes evidencias indican que el TDAH podría permanecer en la edad adulta en, al menos, un 50% de los casos. A pesar de la larga trayectoria de estudios e investigaciones, aún no se conocen con exactitud los precursores biológicos y no han quedado definitivamente clarificadas las causas genéticas, neurológicas, conductuales y psicosociales.

Aunque el TDAH cuenta con más de un siglo de investigaciones, no es hasta la década de los 60 del siglo pasado cuando se comienza a mostrar evidencia de que el trastorno presenta tendencia a permanecer en la edad adulta. Y es a partir de los años 90, cuando los estudios validan las diferencias entre adultos con y sin TDAH. Empieza a desvelarse su trasfondo neurobiológico y a realizarse estudios longitudinales en población infantil, comenzando a demostrarse la cronicidad del trastorno.

Esta investigación tan tardía ha podido dar lugar a que se haya producido un infradiagnóstico en el adulto, mostrando cifras por las que solo un 25% habría sido diagnosticado. Personas con TDAH suelen desarrollar otras patologías psiquiátricas, lo que supondría una importante complicación tanto para el diagnóstico como para la evolución del trastorno. Las patologías psiquiátricas comórbidas al TDAH más frecuentes suelen ser el trastorno de ansiedad, trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno negativista desafiante, trastorno disocial, dependencia o abuso de sustancias legales o ilegales, etc.

Se estima que, entre un 25-50% de los pacientes adultos con TDAH, presentan patología psiquiátrica comórbida. En lo referente a la epidemiología del trastorno en la edad adulta, ésta es aún bastante controvertida, pudiendo variar en función del contexto geográfico, los criterios diagnósticos, así como la diversidad de instrumentos de evaluación y puntos de corte. Se muestran cifras que oscilan entre el 4,5% para Estados Unidos, Oriente Medio y América del Sur, y un 1-3% para Europa. En población española, la prevalencia apenas llega al 1,2%.